Después de leer la nota Mertián
pasó el resto del día dándole vueltas a todo lo sucedido. Visito otra vez la
torre que se había iluminado, esperando encontrar algo de información, pero no
fue así, el lugar donde se situaba la torre estaba desierto, los puestos de
venta situados en la calle frente a la torre estaban cerrados. No era normal
que entre semana cerraran los comercios, era la primera vez que veía los
puestos cerrados. Mertián miró la posición del sol, se estaba poniendo y
normalmente permanecían abiertas hasta bien entrada la noche. Por el camino no
se había fijado que unas calles más atrás, las tiendas seguían abiertas, las
únicas cerradas eran las que se situaban cerca de la torre.
¿Tenía aquello algo que ver con
lo ocurrido esa misma mañana?
Debido a que en aquel lugar Mertián se
encontraba solo, decidió marcharse, parecía sospechoso que una persona se
encontrara sola en ese lugar después del incidente.
De vuelta hacia la taberna y
pensando en lo sucedido, decidió hacer una visita a su amigo Muna, el dueño de
la herrería. Al llegar al “Yunque Roto”,
así era como se llamaba la herrería, pudo observar a Grammar trabajando fuera
de ella, en la forja. La forja se situaba fuera de la tienda, debido a las
fuertes temperaturas que emitía el horno de fundición era necesaria una fuente
de aire fresco para no asfixiarse. Allí se encontraba Grammar afilando espadas.
-
Buenas tardes Grammar. ¿Se encuentra Muna en la
herrería? - Le preguntó dirigiéndose hacia el cercado.
Grammar dejó de afilar las
espadas, se levanto hacia la cerca limpiándose las manos en un delantal de
cuero que le cubría todo el cuerpo. – tiene que venir de un momento a otro. –
respondió con voz cansada y limpiándose el sudor de la frente. – normalmente se
encuentra aquí pero ha tenido que salir a cerrar una de sus tiendas de
hortalizas. Si quieres puedes esperarlo aquí, no le molestará.
-
Gracias. – le contestó y se dirigió hacia la
puerta.
Mertián entro a la herrería y
salió a la forja por una puerta lateral. La forja estaba completamente cercada
por una valla tan alta como un asno, lo suficiente para no poder saltarla sin
trepar.
-
¿Crees que puedo echarte una mano mientras le
espero? pareces algo cansado y te vendría bien algo de descanso. – se interesó
por su estado.
-
La profesión de herrero es una de las más
antiguas que se emplean en la capital. En esta ciudad se encuentran los mejores
forjadores de armaduras y armas de toda la región. Además no es un juego para
niños. – se reía Grammar. - ¿Tú tienes conocimientos de herrería? Nada mas preguntarle, le miró a los ojos y en
él se reflejaba la seguridad de su respuesta.
-
¿Quién te crees que ha hecho esta espada? -
Junto a sus palabras Mertián sacó la espada de entre sus ropajes.
Las espadas estaban prohibidas en la ciudad,
no como en el interior de la muralla central. Solo podías llevar espadas si
eras soldado o habitante de los distritos interiores. Si te pillaban con algún
tipo de arma eras automáticamente expulsado de la capital.
El herrero quedó sorprendido al
ver la espada, en ninguno de los días que habían pasado en “La Manta Gris” había visto que Mertián contara
con una espada en sus pocas pertenencias. – Déjame verla – le dijo.
Grammar sostuvo la espada entre
sus manos, observándola detenidamente. – Hecha a mano, bien afilada aunque
tiene algunas muescas, parece haberse usado recientemente.- tras una pausa - No
ha sido reparada aun. – le extrañó. Los
ojos de Grammar estaban clavados en la espada, contemplando cada parte de ella.
Y seguía con su descripción. – mango hecho de cuero de buey, la parte de la
hoja más cercana al mango, algo estrecha en comparación con su parte de corte.
Es una buena espada – le dijo resumiendo – ¿Y dices que te la has hecho tu?
-
Me la regalaron en el lugar del que procedo. – Mertián
sabía que acababa de mentir pero tenía mucho interés en aprender el arte de la
herrería y por eso estaba allí.
-
¿Serias capaz de enseñarme a trabajar el metal?
Siempre me ha gustado escuchar el sonido del martillo contra el hierro
ardiendo. – la verdad es que no le gustaba, solo quería aprender a forjar sus
propias armaduras y armas, por si algún día se veía en una situación difícil.
-
Será mejor que no te acerques mucho a una forja,
es peligroso si no te enseña un experto. Ya puedes guardar tu espada, mira por ahí viene Muna.
El dueño de la herrería se acercó
hasta el lugar donde se encontraban.
-
¿Qué haces tú por aquí? – se dirigió a Mertián
con voz sorprendía.
-
¿Puedes ofrecerme un puesto de trabajo? Mi saco
de monedas se está quedando en una cantidad preocupante y viendo que a ti te va
muy bien la cosa, quizás podríamos ser socios en algo.
Se puso a reír. - ¿Que me puedes
ofrecer tu a cambio? Primero tendrías que tener un negocio y a un viajero
recién llegado como tú no se les permite abrir ni puestos de venta pequeños. ¿Cómo
vas a ser capaz de tener tu propio negocio tan pronto?
-
Bueno en ese caso… me veo capacitado para
trabajar para ti, ¿tienes algún puesto donde pueda echar una mano?
-
¿A que te dedicabas en el lugar del que precedes?
– preguntaba con curiosidad.
-
Era dueño de unas pequeñas tierras, me dedicaba
a cultivar mis propias hortalizas, también poseía algunos cerdos y otros
animales. Alguna vez echaba una mano en la única herrería que tenía el pueblo,
pero como profesión se me podría asimilar a ganadero. – Mertián sabía que
estaba mintiendo, no quería contar la verdad de su historia, aun no creía tener
la confianza necesaria para contarles lo sucedido en su pueblo de nacimiento.
Muna se quedó pensando durante
unos instantes. –Grammar. ¿Qué te parecería tener un aprendiz aquí en la forja?
– el herrero se quedó sorprendido.
-
Me vendría bien un ayudante, hace unos días nos
encargaron hacer una cantidad exagerada de espadas para los soldados de la
ciudad y tenemos algunas para arreglar. Podría enseñarle a afilar las y a
reparar las espadas.
-
Pues está hecho – cerraron el acuerdo con un
apretón de manos. – comienzas mañana a primera hora, Grammar te esperara aquí
para empezar con tu nueva profesión. Herrero viajero.
Mertián se despidió de su nuevo
jefe y su compañero para dirigirse a la puerta de entrada a la ciudad, con la
intención de encontrarse con Loriat y Marti al que hacia algunos días que no
veía. Al llegar a la puerta comprobó que solo se encontraba Marti. Se saludaron
y se pusieron a hablar.
En otro lugar de la ciudad se
encontraba Loriat, el soldado ataviado con una armadura y espada, se dirigía a
la puerta de la ciudad con paso rápido pero no demasiado debido al peso de la
coraza. En su rostro se reflejaba preocupación, sudores abundantes goteaban por
su bigote, la gente se giraba al verlo pasar. ¿A dónde se dirigirá? Pensaría la
gente que se encontraba en las calles.
-
Perdone ¿ha visto usted a un hombre fornido de
mi estatura, (para ser un soldado Loriat no era excesivamente alto, como los
guardias de las torres) cubierto con ropas viejas y unos ojos como el hielo? –
le preguntó a una señora que caminaba por las calles.
-
No sé nada. ¡déjeme en paz! – le contesto la
señora con desprecio.
Ante la negativa, Loriat siguió
con su camino hacia la puerta. Cuando llegó a la calle que daba a la puerta
principal, divisó a lo lejos en la puerta a Mertián. Sin pausa se dirigió hacia
el lugar en el que se encontraban.
-
Mertián – dijo el soldado intentaba recuperar el
aliento. – necesito hablar contigo. Acompáñame. – los dos se dirigieron a una
caseta situada junto a la puerta principal. Un lugar utilizado por los soldados
como almacén.
-
Ahora vuelvo. – se giro a decirle a Marti
mientras se dirigían a la caseta.
El soldado y el viajero entraron
en la caseta, Loriat aun recuperaba el aliento con fuertes bocanadas de aire.
-
¿Estás bien? Debe de pesar mucho la armadura. –
le pregunto Mertián.
El rostro de Loriat cambió. Su
semblante era serio. – Mertián, durante estas semanas que llevas en la ciudad,
hemos hablado mucho, pero siendo honestos, desde tu llegada, la ciudad ha
sufrido incidentes que no solían ocurrir anteriormente.
-
¿Qué tipo de incidentes?
-
Verás Mertián, no estoy autorizado a contarte lo
que sucede en el interior de la ciudad. Lo que me preocupa es que en el tiempo
que hemos pasado en la taberna, ningún día has contado nada sobre tu pasado,
eso ligado a que aparentemente te envuelve algo sospechoso y que siempre andas
por la ciudad visitando lugares con tu espada escondida debajo de tu ropa.
-
¿Cómo sabes eso? – se sorprendió Mertián.
Loriat miraba preocupado los ojos
de Mertián que a su vez, tocaba con una mano la empuñadura de la espada que
tenia escondida bajo su ropa. - Sabes que es ilegal caminar por la ciudad con
armas.
-
¿No irás a detenerme? – el semblante de Mertián
cambio.
-
Tranquilo, tranquilo – respondió al ver como sus
ojos se enfurecían. – si me cuentas que planes tienes para hacerte rey de la
ciudad y tu historia fuera de la capital, estoy dispuesto a hacerme el ciego
con lo que escondes.
-
¿No tengo otra opción? – le preguntó mientras se
erguía y quitaba la mano de la espada.
-
Me parece que lo único que podrías hacer seria
coger tus cosas y marcharte de la ciudad. Me caes bien Mertián y por eso he
venido a buscarte. En el interior de la ciudad han sucedido cosas que hará que
refuercen la seguridad y sean más estrictos. Solo quería avisarte como amigo y
de paso conocer tu historia que tanto me intriga. – en su rostro se reflejaba curiosidad.
Mertián se lo pensó por un
instante. Daba vueltas por la sala en la que se encontraban. Tras varios
minutos de espera Loriat obtuvo su respuesta.
-
De acuerdo. Te contaré que sucedió antes de
llegar a la ciudad. En cuanto a los planes, no tengo ninguno. Simplemente
prosperar y algún día quien sabe, mi objetivo es el mismo que puede tener un
niño que viva en la parte exterior de la ciudadela. Mañana pásate por “La Manta Gris” a la hora de cenar y te
lo contaré. Pero tú deberás contarme lo que dejaste a medias a la hora de la
comida.
Los dos salieron de la caseta
para dirigirse donde se encontraba Marti. Mientras se dirigían hacia el
compañero de vigilancias, Loriat le dijo que no contara nada.
-
¿Os lo habéis pasado bien los dos solos? – se
mofaba Marti de lo ocurrido. – vuestros secretos pueden ser compartidos, soy
una tumba. – Loriat le había comentado alguna vez a Mertián que Marti y él eran
amigos desde la infancia y entraron a formar parte del ejercito al mismo
tiempo.
Podían confiar en él, pero Loriat
quería mantener en secreto aquello hasta que Mertián fuera de confianza y no
fuera un peligro. Los tres estuvieron hablando largo y tendido. Dos compañeros
de los soldados llegaron para la sustitución y los tres se encaminaron hacia “La Manta Gris”.
Al llegar a la fuente, Loriat se despidió
y se dirigió a su hogar, en cambio Marti, acompañó a Mertián ya que su casa se
encontraba en la misma dirección que la taberna, durante el camino, Mertián le
preguntó cómo era su compañero como persona.
-
Loriat es un buen hombre, se crió solo en la
parte más pobre de la ciudad, mi familia tenía un hogar en el que cuidaban a
los niños huérfanos. Allí le conocí, enseguida nos hicimos amigos, teníamos una
personalidad muy parecida. Yo prefiero tomarme la vida con más calma, él en
cambio prefiere vivir cada instante, siempre está ayudando a las personas, por
eso se hizo soldado. Siempre ha querido viajar fuera de la ciudad y conocer
todo aquello que cuentan las historias del exterior. Hace unos años conoció a alguien
como tú, un viajero que al poco tiempo de llegar se hizo un nombre en la parte más
pobre de Pórtuan. Construyó un hogar para huérfanos y recogía a los niños
abandonados. Muy pronto se hicieron amigos. Solo estuvo en la ciudad un año y
decidió marcharse. Le dejo la casa a su cargo y una bolsa llena de monedas para
que jamás pasaran hambre. Desde entonces Loriat les cuenta las historias que le
había contado aquel hombre y las que escuchaba en la taberna. De tantas que
escuchaba al final decidió que algún día tendría que salir a vivir esas
aventuras que escuchaba de los viajeros como tú.
-
Gracias por contarme como es. Se le ve una
persona de fiar.
Mertián llego a su destino así que se despidió
de Marti y se adentró en la taberna. En la entrada estaba el tabernero que le
invitó a pasar. – la cena se servirá enseguida.
Dentro del bar había poca gente, cuatro
personas juntas en una mesa y varios repartidos por la barra, se sentó en una
mesa a esperar que le sirvieran la cena. Morgana se acerco con una bandeja. En
ella lleva patata guisada y un plato de cordero. El no podía evitar mirar las
manos fornidas de la camarera.
-
Aquí tiene la cena señor. que le aproveche. – la
voz de Morgana era fina, al cerrar los
ojos con ese sonido podías imaginarla como una muñeca, frágil, pero al verla
era totalmente lo contrario.
-
Muchas gracias Morgana. Otro día espero que me
acompañes. – le giñó un ojo y ella no pudo evitar sonrojarse al irse.
El viajero disfrutó de la cena y
se marchó a su habitación a descansar.
FINAL 1 PARTE. TERCER CAPITULO.
PRÓXIMAMENTE CAPITULO 3, 4 Y 5 COMPLETOS.
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