viernes, 30 de noviembre de 2012

Novedades!!

Trabajando en los siguientes capítulos del libro y viendo la cantidad de entradas que estamos registrando estos últimos días me he visto llevado a la creación e inmersión en Twitter.

Para mas información y novedades de esta magnifica historia contactar vía twitter o facebook en los siguientes enlaces.

Muy Pronto mas historias de nuestro amigo y aventurero Mertian.

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La llave sin dueño por Adrian Vera Aguilera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Basada en una obra en http://lallavesin.blogspot.com.es/.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

3º y 4º Capitulo

Aquí tenéis por fin la versión BETA del capitulo 3º y 4º de esta magnifica historia. Que sucederá en próximos capítulos? volverá Vyc? Cual es la historia del pasado de Mertián? Como será rey? serán respuestas estas preguntas en estos capítulos? 

Gracias a ese apoyo a las personas que me están ayudando a ver nacer la historia que cambiara el mundo de la lectura, para los que no lo sepáis, este libro sera un antes y después. hemos conseguido en menos de dos meses 1000 visitas al bloc y me esforzare para poder subir mas rápido partes del libro.

MIL GRACIAS.

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Después de leer la nota Mertián pasó el resto del día dándole vueltas a todo lo sucedido. Visito otra vez la torre que se había iluminado, esperando encontrar algo de información, pero no fue así, el lugar donde se situaba la torre estaba desierto, los puestos de venta situados en la calle frente a la torre estaban cerrados. No era normal que entre semana cerraran los comercios, era la primera vez que veía los puestos cerrados. Mertián miró la posición del sol, se estaba poniendo y normalmente permanecían abiertas hasta bien entrada la noche. Por el camino no se había fijado que unas calles más atrás, las tiendas seguían abiertas, las únicas cerradas eran las que se situaban cerca de la torre.

¿Tenía aquello algo que ver con lo ocurrido esa misma mañana?

 Debido a que en aquel lugar Mertián se encontraba solo, decidió marcharse, parecía sospechoso que una persona se encontrara sola en ese lugar después del incidente.

De vuelta hacia la taberna y pensando en lo sucedido, decidió hacer una visita a su amigo Muna, el dueño de la herrería. Al llegar al “Yunque Roto”, así era como se llamaba la herrería, pudo observar a Grammar trabajando fuera de ella, en la forja. La forja se situaba fuera de la tienda, debido a las fuertes temperaturas que emitía el horno de fundición era necesaria una fuente de aire fresco para no asfixiarse. Allí se encontraba Grammar afilando espadas.

-          Buenas tardes Grammar. ¿Se encuentra Muna en la herrería? - Le preguntó dirigiéndose hacia el cercado.
Grammar dejó de afilar las espadas, se levanto hacia la cerca limpiándose las manos en un delantal de cuero que le cubría todo el cuerpo. – tiene que venir de un momento a otro. – respondió con voz cansada y limpiándose el sudor de la frente. – normalmente se encuentra aquí pero ha tenido que salir a cerrar una de sus tiendas de hortalizas. Si quieres puedes esperarlo aquí, no le molestará.

-          Gracias. – le contestó y se dirigió hacia la puerta.

Mertián entro a la herrería y salió a la forja por una puerta lateral. La forja estaba completamente cercada por una valla tan alta como un asno, lo suficiente para no poder saltarla sin trepar.

-          ¿Crees que puedo echarte una mano mientras le espero? pareces algo cansado y te vendría bien algo de descanso. – se interesó por su estado.

-          La profesión de herrero es una de las más antiguas que se emplean en la capital. En esta ciudad se encuentran los mejores forjadores de armaduras y armas de toda la región. Además no es un juego para niños. – se reía Grammar. - ¿Tú tienes conocimientos de herrería?  Nada mas preguntarle, le miró a los ojos y en él se reflejaba la seguridad de su respuesta.

-          ¿Quién te crees que ha hecho esta espada? - Junto a sus palabras Mertián sacó la espada de entre sus ropajes.

 Las espadas estaban prohibidas en la ciudad, no como en el interior de la muralla central. Solo podías llevar espadas si eras soldado o habitante de los distritos interiores. Si te pillaban con algún tipo de arma eras automáticamente expulsado de la capital.

El herrero quedó sorprendido al ver la espada, en ninguno de los días que habían pasado en “La Manta Gris” había visto que Mertián contara con una espada en sus pocas pertenencias. – Déjame verla – le dijo.

Grammar sostuvo la espada entre sus manos, observándola detenidamente. – Hecha a mano, bien afilada aunque tiene algunas muescas, parece haberse usado recientemente.- tras una pausa - No ha sido reparada aun.  – le extrañó. Los ojos de Grammar estaban clavados en la espada, contemplando cada parte de ella. Y seguía con su descripción. – mango hecho de cuero de buey, la parte de la hoja más cercana al mango, algo estrecha en comparación con su parte de corte. Es una buena espada – le dijo resumiendo – ¿Y dices que te la has hecho tu?

-          Me la regalaron en el lugar del que procedo. – Mertián sabía que acababa de mentir pero tenía mucho interés en aprender el arte de la herrería y por eso estaba allí.

-          ¿Serias capaz de enseñarme a trabajar el metal? Siempre me ha gustado escuchar el sonido del martillo contra el hierro ardiendo. – la verdad es que no le gustaba, solo quería aprender a forjar sus propias armaduras y armas, por si algún día se veía en una situación difícil.

-          Será mejor que no te acerques mucho a una forja, es peligroso si no te enseña un experto. Ya puedes guardar tu espada,  mira por ahí viene Muna.

El dueño de la herrería se acercó hasta el lugar donde se encontraban.

-          ¿Qué haces tú por aquí? – se dirigió a Mertián con voz sorprendía.

-          ¿Puedes ofrecerme un puesto de trabajo? Mi saco de monedas se está quedando en una cantidad preocupante y viendo que a ti te va muy bien la cosa, quizás podríamos ser socios en algo.

Se puso a reír. - ¿Que me puedes ofrecer tu a cambio? Primero tendrías que tener un negocio y a un viajero recién llegado como tú no se les permite abrir ni puestos de venta pequeños. ¿Cómo vas a ser capaz de tener tu propio negocio tan pronto?

-          Bueno en ese caso… me veo capacitado para trabajar para ti, ¿tienes algún puesto donde pueda echar una mano?

-          ¿A que te dedicabas en el lugar del que precedes? – preguntaba con curiosidad.

-          Era dueño de unas pequeñas tierras, me dedicaba a cultivar mis propias hortalizas, también poseía algunos cerdos y otros animales. Alguna vez echaba una mano en la única herrería que tenía el pueblo, pero como profesión se me podría asimilar a ganadero. – Mertián sabía que estaba mintiendo, no quería contar la verdad de su historia, aun no creía tener la confianza necesaria para contarles lo sucedido en su pueblo de nacimiento.

Muna se quedó pensando durante unos instantes. –Grammar. ¿Qué te parecería tener un aprendiz aquí en la forja? – el herrero se quedó sorprendido.

-          Me vendría bien un ayudante, hace unos días nos encargaron hacer una cantidad exagerada de espadas para los soldados de la ciudad y tenemos algunas para arreglar. Podría enseñarle a afilar las y a reparar las espadas.

-          Pues está hecho – cerraron el acuerdo con un apretón de manos. – comienzas mañana a primera hora, Grammar te esperara aquí para empezar con tu nueva profesión. Herrero viajero.

Mertián se despidió de su nuevo jefe y su compañero para dirigirse a la puerta de entrada a la ciudad, con la intención de encontrarse con Loriat y Marti al que hacia algunos días que no veía. Al llegar a la puerta comprobó que solo se encontraba Marti. Se saludaron y se pusieron a hablar.

En otro lugar de la ciudad se encontraba Loriat, el soldado ataviado con una armadura y espada, se dirigía a la puerta de la ciudad con paso rápido pero no demasiado debido al peso de la coraza. En su rostro se reflejaba preocupación, sudores abundantes goteaban por su bigote, la gente se giraba al verlo pasar. ¿A dónde se dirigirá? Pensaría la gente que se encontraba en las calles. 

-          Perdone ¿ha visto usted a un hombre fornido de mi estatura, (para ser un soldado Loriat no era excesivamente alto, como los guardias de las torres) cubierto con ropas viejas y unos ojos como el hielo? – le preguntó a una señora que caminaba por las calles.

-          No sé nada. ¡déjeme en paz! – le contesto la señora con desprecio.
Ante la negativa, Loriat siguió con su camino hacia la puerta. Cuando llegó a la calle que daba a la puerta principal, divisó a lo lejos en la puerta a Mertián. Sin pausa se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban.
-          Mertián – dijo el soldado intentaba recuperar el aliento. – necesito hablar contigo. Acompáñame. – los dos se dirigieron a una caseta situada junto a la puerta principal. Un lugar utilizado por los soldados como almacén.

-          Ahora vuelvo. – se giro a decirle a Marti mientras se dirigían a la caseta. 
El soldado y el viajero entraron en la caseta, Loriat aun recuperaba el aliento con fuertes bocanadas de aire.
-          ¿Estás bien? Debe de pesar mucho la armadura. – le pregunto Mertián.
El rostro de Loriat cambió. Su semblante era serio. – Mertián, durante estas semanas que llevas en la ciudad, hemos hablado mucho, pero siendo honestos, desde tu llegada, la ciudad ha sufrido incidentes que no solían ocurrir anteriormente.
-          ¿Qué tipo de incidentes?

-          Verás Mertián, no estoy autorizado a contarte lo que sucede en el interior de la ciudad. Lo que me preocupa es que en el tiempo que hemos pasado en la taberna, ningún día has contado nada sobre tu pasado, eso ligado a que aparentemente te envuelve algo sospechoso y que siempre andas por la ciudad visitando lugares con tu espada escondida debajo de tu ropa.

-          ¿Cómo sabes eso? – se sorprendió Mertián.
Loriat miraba preocupado los ojos de Mertián que a su vez, tocaba con una mano la empuñadura de la espada que tenia escondida bajo su ropa. - Sabes que es ilegal caminar por la ciudad con armas.
-          ¿No irás a detenerme? – el semblante de Mertián cambio.

-          Tranquilo, tranquilo – respondió al ver como sus ojos se enfurecían. – si me cuentas que planes tienes para hacerte rey de la ciudad y tu historia fuera de la capital, estoy dispuesto a hacerme el ciego con lo que escondes.

-          ¿No tengo otra opción? – le preguntó mientras se erguía y quitaba la mano de la espada.

-          Me parece que lo único que podrías hacer seria coger tus cosas y marcharte de la ciudad. Me caes bien Mertián y por eso he venido a buscarte. En el interior de la ciudad han sucedido cosas que hará que refuercen la seguridad y sean más estrictos. Solo quería avisarte como amigo y de paso conocer tu historia que tanto me intriga. – en su rostro se reflejaba curiosidad.

Mertián se lo pensó por un instante. Daba vueltas por la sala en la que se encontraban. Tras varios minutos de espera Loriat obtuvo su respuesta.

-          De acuerdo. Te contaré que sucedió antes de llegar a la ciudad. En cuanto a los planes, no tengo ninguno. Simplemente prosperar y algún día quien sabe, mi objetivo es el mismo que puede tener un niño que viva en la parte exterior de la ciudadela. Mañana pásate por “La Manta Gris” a la hora de cenar y te lo contaré. Pero tú deberás contarme lo que dejaste a medias a la hora de la comida.

Los dos salieron de la caseta para dirigirse donde se encontraba Marti. Mientras se dirigían hacia el compañero de vigilancias, Loriat le dijo que no contara nada.

-          ¿Os lo habéis pasado bien los dos solos? – se mofaba Marti de lo ocurrido. – vuestros secretos pueden ser compartidos, soy una tumba. – Loriat le había comentado alguna vez a Mertián que Marti y él eran amigos desde la infancia y entraron a formar parte del ejercito al mismo tiempo.

Podían confiar en él, pero Loriat quería mantener en secreto aquello hasta que Mertián fuera de confianza y no fuera un peligro. Los tres estuvieron hablando largo y tendido. Dos compañeros de los soldados llegaron para la sustitución y los tres se encaminaron hacia “La Manta Gris”.

Al llegar a la fuente, Loriat se despidió y se dirigió a su hogar, en cambio Marti, acompañó a Mertián ya que su casa se encontraba en la misma dirección que la taberna, durante el camino, Mertián le preguntó cómo era su compañero como persona.

-          Loriat es un buen hombre, se crió solo en la parte más pobre de la ciudad, mi familia tenía un hogar en el que cuidaban a los niños huérfanos. Allí le conocí, enseguida nos hicimos amigos, teníamos una personalidad muy parecida. Yo prefiero tomarme la vida con más calma, él en cambio prefiere vivir cada instante, siempre está ayudando a las personas, por eso se hizo soldado. Siempre ha querido viajar fuera de la ciudad y conocer todo aquello que cuentan las historias del exterior. Hace unos años conoció a alguien como tú, un viajero que al poco tiempo de llegar se hizo un nombre en la parte más pobre de Pórtuan. Construyó un hogar para huérfanos y recogía a los niños abandonados. Muy pronto se hicieron amigos. Solo estuvo en la ciudad un año y decidió marcharse. Le dejo la casa a su cargo y una bolsa llena de monedas para que jamás pasaran hambre. Desde entonces Loriat les cuenta las historias que le había contado aquel hombre y las que escuchaba en la taberna. De tantas que escuchaba al final decidió que algún día tendría que salir a vivir esas aventuras que escuchaba de los viajeros como tú.

-          Gracias por contarme como es. Se le ve una persona de fiar.

 Mertián llego a su destino así que se despidió de Marti y se adentró en la taberna. En la entrada estaba el tabernero que le invitó a pasar. – la cena se servirá enseguida.

Dentro del bar había poca gente, cuatro personas juntas en una mesa y varios repartidos por la barra, se sentó en una mesa a esperar que le sirvieran la cena. Morgana se acerco con una bandeja. En ella lleva patata guisada y un plato de cordero. El no podía evitar mirar las manos fornidas de la camarera.

-          Aquí tiene la cena señor. que le aproveche. – la voz de Morgana era fina,  al cerrar los ojos con ese sonido podías imaginarla como una muñeca, frágil, pero al verla era totalmente lo contrario. 

-          Muchas gracias Morgana. Otro día espero que me acompañes. – le giñó un ojo y ella no pudo evitar sonrojarse al irse.

El viajero disfrutó de la cena y se marchó a su habitación a descansar.

Al día siguiente, Mertián se dirigió a primera hora al “Yunque Roto”, al llegar allí, sentado en la puerta le esperaba Grammar, con un delantal en la mano y haciéndole gestos para que se acercase, le dijo. – bienvenido a este maravilloso mundo. – le saludó moviendo el delantal de un lado a otro. Los dos se adentraron al negocio.

El herrero le enseñaba como se afilaban correctamente las espadas y una vez el aprendiz había asimilado los conceptos básicos, el seguía con su encargo. Grammar se quedaba en la herrería hasta que se ponía el sol trabajando, hora en la que terminaba la jornada, quitando algunos días que se marchaba con Muna a comer a “La Manta Gris”, el resto se quedaban allí. Durante el primer día de trabajo y gracias a lo aprendido por el maestro, Mertián aprovechó a última hora para afilar su espada.

Ya con la espada afilada se despidió de su compañero, tomo un atajo para llegar lo antes posible a la habitación en la posada, desde allí, y después de asearse, se dirigiría hacia la muralla interior, lugar que citaba la nota del interior de la caja, donde debía asistir al encuentro con el encapuchado. En su habitación Mertián se limpió los restos de espada afilada que tenía en la ropa, buscó la caja con el pergamino, bajó al bar y dirigiéndose al dueño dijo. – esta noche vendré con Loriat a cenar, podrías reservarme una mesa cerca del escenario. Muchas gracias. – metió la mano en su pequeña bolsa atada a su cinto, sacó unas monedas,  las deslizó por el mostrador del tabernero y salió por la puerta camino de su encuentro.

Se encontraba en el lugar donde le habían citado, se acababa de poner el sol, pero en aquel lugar solamente estaba él, miro a su alrededor y entre dos casas atisbo una figura sombría que salía de los callejones, ante el asombro de Mertián la persona que se encontraba ya a escasos pasos de él era una chica de cabello claro. Su pelo rubio podía verse claramente bajo la oscuridad de la noche. Aquella chica era la misma que salió de la taberna el primer día que llegó a la capital. Los ojos de Mertián se abrieron considerablemente, tanto que parecía un búho en plena noche buscando su cena. Los ojos de aquella chica eran de color miel, una sonrisa perfecta.

Era Vyc!! Pero no podía ser ella pensaba. El día que la vio salir de “La Manta Gris” también conoció a Vyc y se encontraba detrás de la barra. ¿Cómo podía ocurrir todo aquello? Debía de pensar el viajero.
-          Mi nombre es Ría y entiendo tu sorpresa. Tengo muchas cosas que contarte pero antes de nada quiero ver el pergamino que te entregué. – la chica parecía preocupada, pero se mostraba totalmente serena. En cambio el no daba crédito, seguía sin comprender nada.

Mertián cogió la caja, sacó de ella el pergamino y se lo entregó a la joven.

-          ¿Lo has leído? – le preguntó la chica en un tono de voz cortante. Mientras lo abría iba leyendo su contenido, siguiendo cada palabra buscando algo en concreto.

-          Solo un vistazo – contestó – pero solo comprendía algunas palabras.- ¿de qué se trata? – preguntó viendo el ímpetu que ponía ella. La joven se lo quedó mirando fijamente con cara de asombro. Automáticamente al escuchar su respuesta, cogió a Mertián por el brazo. – ¡¡Sígueme!!! - Le exclamó.

A paso ligero los dos se metieron en el callejón por el que había llegado la encapuchada. Al llegar a la oscuridad que les proporcionaba la falta de faroles, aparecieron por uno de los extremos de la calle, dos soldados armados con lanzas. Debían de estar haciendo una ronda de vigilancia, pasaron por la calle enfrente de ellos y siguieron el camino que rodeaba al muro.

-          Deberíamos de ir a un lugar apartado, allí te explicaré todo. – Ria empezó a caminar indicándole el camino hasta llegar a unos campos de arado que limitaban con las murallas exteriores de la villa. Allí los dos se sentaron detrás de un cobertizo.

-          ¿Por donde debería empezar? – con el pergamino en la mano y dándole vueltas entre sus dedos, se le veía tensa, sin saber cómo formular todo lo que necesitaba decirle. Dejó el pergamino abierto junto a sus piernas.

-          Podrías abordar la intromisión a mi cuarto.

-          El ejemplar que tienes en tu habitación lo deje yo. – hizo una pausa a la espera de una reacción. Sin obtenerla prosiguió. – tenía que esconderlo, el libro pertenece al rey y específicamente se localizaba en la torre de la que volvías ayer. – cuando iba a continuar, Mertián le cortó.

-          ¡¡Espera, espera!!! ¿Cómo que rey? ¿Me quieres decir que me has estado siguiendo todo este tiempo? – No daba crédito a lo oído.

-          Déjame que acabe y luego las preguntas. – le tapo la boca poniéndole un puñal cerca de los labios. – el anillo que llevas en tu mano está ligado a ese libro y tenía que comprobar que eras su propietario. Pero mejor empezar por el principio.

La joven encapuchada metió su mano en un bolsillo interior de su chaleco, sacó tres pergaminos, cada uno de ellos estaba atado con un hilo de cada color; azul, gris y dorado. Los abrió y los puso frente a Mertián juntándolo al que ya posaba en sus piernas.

-        Cada uno de estos cuatro documentos es un extracto de cuatro libros, de cada uno de ellos se obtuvieron tres pergaminos que se esparcieron por el mundo para encontrar a gente capacitada para controlarlos. Uno de los volúmenes lo tienes tú, los otros tres se encuentran en sus correspondientes torres.

-          Todos los libros tienen un poder extraordinario, algunos lo llaman magia, otros brujería, nosotros lo llamamos Bselú. El fundador de la ciudad creó los manuales con la intención de proteger la, los escribió en el lenguaje antiguo Tars, el dialecto fue desapareciendo hasta la actualidad, dado ya por extinguido.

-          ¿Y cómo lo has aprendido? – Interrumpió.

Al instante se tapó la boca con la mano.  

-          Sera mejor que continúe… - respondió ella con irritación. – Tengo conocimiento de dos personas que han sido capaces de activar los libros y ahora mismo somos seis los capaces de entender alguno de los tomos, pero ninguna de ellas puede leer más de uno. Aunque aun no tengas el conocimiento de esa lengua, eres capaz de leer el pergamino que te entregué.

Mientras, Mertián escuchaba lo que la chica tenía que contarle.

“Había quedado con Loriat en la taberna. Si no voy a su encuentro puedo tener problemas” pensó. Pero necesitaba la información que le estaban proporcionando. Se encontraba en un serio inconveniente. Pero decidió seguir escuchando.

-          Te habrás dado cuenta que el símbolo del libro corresponde a la insignia que permanece en lo alto de su atalaya. – tomó un respiro y esperó a que asimilara toda la información antes de continuar. La cara de él reflejaba ignorancia.

Tras la pausa. – ¿Seguimos?

-          La torre es un contenedor de poder, mientras los tomos permanecen en su interior la Bselú no puede ser descubierta. Una vez se activa un libro, la atalaya se ilumina haciendo sabedor al rey del uso de uno de ellos. El incidente del otro día fue causado por tu anillo, pero más que el sello, fue la piedra incrustada de jaspe, al tener contacto con el libro hizo que se activara, una vez hecho la torre se iluminó para demostrar su activación. Por ese motivo hay tanta alteración en la ciudad. En cuanto a los libros no creo que debas de saber más por el momento.

-          El pergamino tendrás que dejármelo a mí para protegerlo. Tú asegúrate de guardar bien el libro y sobretodo no tocarlo, eso nos delataría y los protectores de la torre se nos echarían encima. - asintió satisfecho por la información.

-          Déjame ver la caja. – le dijo extendiendo la mano.

Introdujo la mano en el fondillo donde tenía la caja guardada y se la entrego.

-          Veo que no te has dado cuenta -  con un golpe en el interior de la caja, extrajo una fina capa de madera dejando ver en su interior una pieza de plata brillante bien encajada en su fondo.

-          ¡Eso es! – la sorpresa en su rostro era más que evidente. Sacó de dentro una flecha dorada.

-          Ahora con la flecha accederás al interior de la ciudadela sin problemas, podrás visitar las bibliotecas y conocer la historia antigua. Pero ten cuidado, si algún guarda descubre que en realidad no es tuya tendrás problemas.

En la parte frontal de la flecha estaba grabada la forma de un animal con alas pero no se podía ver bien, todavía conservaba su color pero debido al desgaste el oro brillante como la de Muna. La joven chica le explico el procedimiento que debía cumplir al entrar al interior, lugares que debía examinar y los que no podía pisar, ello le llevo bastante rato hasta que por fin decidieron despedirse.

-          Dentro de unos días me pondré en contacto, recuerda que no debes hablar con nadie sobre mí. Protege el libro y no te metas en líos.

Mertián asintió y se despido, al hacerlo corrió hacia la taberna, allí le esperaba Loriat. “será mejor que me de prisa”.

Al acceder por la puerta, el local estaba lleno, del escenario se percibía una melodía alegre, debajo, personas bailando y chocando sus copas haciendo volar la cerveza por los aires. Junto a la barra se hallaba esperando Loriat. Se acerco con precaución y le puso la mano en el hombro. El se giro con gesto torcido. “será mejor que me invente alguna buena”.

-          ¡¡ Buenas noches amigo!! ¡¡Me parece que no llego a la hora!! – el tono tenía que ser amable y algo elevado, la música de la tasca no le permitía establecer buena conversación. – la próxima copa la pago. ¿Llevas mucho tiempo aquí?

El rostro de él se suavizo.  – mejor paga todo lo que he bebido esperando. – señalando cuatro jarras que tenia frente a su puntual amigo. – Ahora tendrás que contarme toda la verdad si quieres salir de esta.

“Toda la verdad” las palabras rebotaban en su mente con la información que le proporciono Ría, no podía contarle toda la verdad. – Subamos a la planta de arriba, sacare unas sillas y desde allí podremos ver el espectáculo. Allí te contare el los motivos de mi llegada.

-          ¡Y tus planes para ser rey! ¡¡ Recuérdalo!!

Los dos se dirigieron al piso superior, Mertián cogió dos sillas de su habitación, las ubicó delante de su aposento, el pasillo daba enfrente del escenario para poder contemplar el espectáculo. Pasaron horas hablando hasta que Loriat se dio por satisfecho y se marcho.

-          ¡Hasta mañana! – dijo el guardia con una sonrisa en la boca.

“Está satisfecho con todo lo que le he contado, de momento.” El pensamiento de Mertián le hizo respirar de alivio. Se metió hacia dentro, cerró la puerta con llave y se dejo caer en la cama extendido.

Tumbado mirando el techo, poco a poco, el sueño lo abrazo hasta dejarlo completamente en la oscuridad de la noche.

Los días siguientes a la reunión se los dedicó al trabajo en la herrería, avanzando en su aprendizaje a grandes pasos, Grammar decidió pedirle ayuda con el pedido numeroso en el que estaba ocupado, así el herrero y el aprendiz pasaron el resto de la semana. Uno de los días cuando el sol se ponía y dejaba entrada a las noches frías del lugar, el herrero le hizo un encargo a su pupilo.

-          Mañana disfrutarás el llevar este cargamento de armaduras a la ciudadela, allí te esperara Muna en la entrada y te conducirá al almacén de armamento. Una vez allí dejaras el material en su lugar y tendrás que volver con carromato. Cualquier persona sin el emblema no puede acceder pero al acompañarte Muna tendrás permiso momentáneo.

“Al fin entraré” – ¿cómo es? – preguntó con curiosidad.

Grammar no entendía a que se refería. – mmm... ¿cómo es, el que?

-          ¡¡El interior!! Que va a ser. Te recuerdo que hace nada era un “viajero de paso” según los entendidos.

-          Ahh, nada más entrar, piensas en el paraíso. El olor a jardines y flores silvestres, el ruido del agua al caer de las numerosas fuentes.

-          ¿Te gustaría vivir en ese lugar? – Mertián sabía que era imposible.

-          No. Jamás. Prefiero quedarme en este lugar con el olor a carbón de la forja, llegar a casa cada noche y encontrarme con mi mujer y mis hijos preparando la mesa. El calor que obtienes de una familia no te lo puede dar la realeza.


-          Pero allí también existen las familias. – repuso extrañado.

-          Tienes razón, pero son mas estirados, acostumbrados a los sirvientes y a los esclavos, el cariño con el que te preparan la comida no es comprable. Además los nobles son muy estirados, sino mira a nuestro jefe.

-          Jajaja, si todos son como él, tendremos que largarnos de aquí.

Los dos se largaron del “Yunque Roto” entre risas. Cada uno a su hogar y dejando el encargo del día siguiente preparado.


Cargado con las armaduras en un carretón, se encontraba el inexperto herrero en las puertas. Después de esperar durante un largo rato y mientras el sol salía por detrás de las montañas, apareció el patrón.

-          No te quedes ahí parado, entremos rápido antes que los habitantes salgan a los jardines, si eso ocurre y nos ven entrar con tanta indumentaria pensaran que ocurre algo. ¡¡Deprisa!!

-          Allá voy. – “que rapidez tiene ahora, desde luego tiene que tener miedo al rey” las palabras de Muna infundían preocupación, debían de mantener la discreción, y no llamar la atención. – no hubiese sido mejor hacerlo al anochecer, la oscuridad nos permitiría esconderlas.

-          Primero ágamos esto, luego te contaré los motivos.

Los dos se pusieron en camino, y tirando del carro se adentraron en el fortín. Se dirigieron atravesando un jardín a la parte trasera de una casa. Allí dejaron el material y se marcharon. De camino a la salida y con el carro vacio.

-          El rey quiere que las personas del exterior se mantengan separadas, con ello consiguen protección. Se dejan ver de vez en cuando por el exterior pero solamente cuando hay un gran evento o en vísperas de un combate. Incluso viviendo en el interior, solo lo he visto en pocas ocasiones. Según tengo entendido las armaduras que les proporcionamos luego son retocadas por un hombre capaz de hacer “magia” con el metal. Una vez llego a mis manos una pieza hecha por mí. Si, si, lo sé, en mis inicios en la ciudad yo también era herrero.

Aquellas palabras le sorprendieron.

-          La pieza era un escudo redondo que había creado. La parte externa del círculo era más gruesa. Pero al llegar a mis manos parecía distinta. El peso se había reducido a la mitad pero conservaba su dureza. El hombre que me lo proporciono me explico que cuantos más golpes se le daban al escudo, más duro se volvía, pero tenía un inconveniente.

-          El peso se incrementaba y el grosor se reducía. – interrumpiendo

Muna se quedo de piedra. – ¿cómo sabes eso? – no entendía nada. Esa historia no se la había contado a nadie. – de donde… - no llego a terminar la frase.

-          De donde procedo es habitual trabajar el metal de esa manera. Pero allí, se aplican a otros utensilios y no a escudos. Nunca hemos tenido que utilizar uno. – Mertián mentía, en realidad si habían utilizado armas. – martillos, cubiertos, sillas para caballos… esos es lo habitual. No me dio tiempo a aprender cómo se hacía, los maestros herreros de mi ciudad eran famosos.

-          ¿Eran? – preguntó con asombro.

-          Si, eran. Murieron todos los herradores. A lo mejor esa persona que lo trabaja aquí es de aquel lugar. ¿Podrías presentármelo?

-          Espera, ¿cómo que murieron todos?

-          Hace algún tiempo, unos bandidos entraron en la ciudad donde vivía, llegaron arrasándolo todo, quemando casas, destruyendo los puentes que daban acceso a la villa, pero tenían fijación con los herreros, primero las forjas fueron destruidas, después cogieron a todos los herreros y delante de todo el pueblo les cortaron ambas manos. Uno a uno fueron cayendo desangrados, los que conseguían aguantar hasta el anochecer eran colgados en el centro de la plaza. Solo se salvaron los que aquel día estaban fuera. Fue un día triste.

-          Como conseguiste salvarte? Dijiste que eras ayudante de un forjador.

-          Me escapé, cogí lo que pude y salí del pueblo atravesando un bosque cercano. Pero prefiero no hablar de eso. Lo más importante es que llegué aquí y ahora tengo una vida próspera.

-          Tienes razón, es mejor dejar lo ocurrido allí, quien sabe si al final lograras tener un negocio y vivir en este lugar… - extendió las manos enseñándole la ciudadela. El sol ya se alzaba, los pájaros cantaban y los habitantes ya empezaba a salir de sus casas. – será mejor que salgas rápido, yo me quedare aquí. – lleva el carro a la herrería y ayuda a Grammar.

El tomo la orden y se dirigió hacia el puesto de trabajo. Empujaba la carreta de espaldas, su rostro no podía parar de investigar más sobre el interior, al cerrarse la entrada se coloco bien para dirigirse a la herrería. En ese momento el vehículo se paró en seco, choco contra algo haciendo que su cuerpo rebotara contra ello.
Alzo la vista para ver qué era lo que le impedía el paso, por delante del carromato un hombre. Era el guarda de la torre con el que había tenido el encontronazo aquel día.

El hombre se incorporo adelantando una pierna en dirección al aprendiz.

-          Ya te avise. – con paso firme se dirigió hacia él. Cuando estuvo lo suficiente cerca como necesitaba, armo su puño hacia atrás y con la inercia con la que llegaba le lanzo un puñetazo que impacto directamente en el rostro sorprendido de Mertián. Con la fuerza que había impactado, su cuerpo cayó al suelo a plomo.

Hizo un intento de levantarse pero al intentarlo se encontró que estaba bloqueado, la rodilla del caballero estaba aguantándole el pecho contra el suelo. Otro fuerte golpe impacto esta vez en el pómulo derecho, dejándole una marca roja. Los golpes se sucedían sin darle opción de respuesta, en uno de los golpes que consiguió bloquear con su antebrazo, pudo quitarse de debajo de él, a duras penas se puso en pie. En aquel momento se hecho la mano a la espada que escondía debajo de sus ropajes, pero no recordaba que la había dejado en su estancia. Sin nada con lo que defenderse y verse superado en fuerza, opto por la astucia que le había salvado en multitudes de ocasiones en el viaje a la ciudad. Doblo la rodilla haciendo parecer que renqueaba de los golpes que le había propinado. Cogió una piedra que tenía cerca del tamaño de una taza y se la lanzo, haciendo impacto en el yelmo que protegía su cabeza, al lanzarla siguió la inercia de la piedra para arremeter contra él, tirándolo al suelo, el efecto del golpe hizo enfurecer más aun al guardia que al pasar Mertián por encima de él para escapa, estiro la mano para agarrarlo, sin soltarlo lo alzo por los aires y lo lanzo contra la carreta que del propio golpe quedo hecha unos trozos de madera. Se coloco delante, le miro fijamente. – te avise, la próxima vez te mato. – el guardia le propino otro puñetazo con el efecto de dejarlo inconsciente.
Al despertar Mertián ya no se encontraba en la calle. Intento levantar se pero lo sujetaron. – ¿dónde estoy? – dijo aturdido y confundido. 

-          Estás en tu cuarto – una voz grave  y entrecortada que no conocía -.

Miro alrededor para situarse y comprobó que era verdad lo que le decían.  Echando un ojo vio a Ría sentada en los pies de la cama, con semblante preocupado, una mujer anciana le sujetaba por los hombros.

-          Quédate quieto, tengo que curarte la herida del pómulo. – con un trozo de tela que tenía en la mano, la anciana le aplico ungüento que se encontraba en la mesita de al lado de la cama.

-          Quien eres? – el liquido que le estaba aplicando hacia que notara un calor fuerte en la cara. Su gesto cambió al contactar el trapo con la herida.

Ría se levantó de la silla y se acerco a él.

-          Te han dado una buena paliza. Hemos decidido que me encargue personalmente de tu protección. Te dejo en manos de Min sol la curandera del  grupo, ella sabrá que tiene que hacer con tu herida y mañana volveré para que me cuentes quien te hizo esto.

Ría salió de la habitación, allí se quedaron, la curandera con el herido que volvía a cerrar los ojos.

Al salir de la posada, le esperaban dos personas, una delgada como una espiga y el otro bajo y rechoncho como un barril, los dos ataviado con un uniforme de color marrón oscuro como la tierra mojada , detalles morados en su ropaje, armados con una ballesta y una espada con el borde redondeado. Hablo con ellos sobre el estado de Mertián, al finalizar, uno se dirigió a la herrería, el otro, tomo el camino dirección a la entrada de la ciudad. Por su parte, Ría volvió a la habitación.

-          Min sol, ya he dado las ordenes. ¿cuánto crees que tardaran en sanar las heridas? – haciendo cábalas con las ordenes que había dado, espero la respuesta.

-          Una noche será suficiente para poder levantarse, la herida tardara una semana en cerrarse. Ya he terminado de curar la herida.

-          Gracias, mañana nos reuniremos. – puso su mano junto a la otra y se toco una pulsera de cuero que llevaba en el brazo.
La anciana asintió y se marcho. En la habitación, la chica sentada en el marco de la ventana miraba con atención la serenidad con la que yacía en su cama.

A la mañana siguiente.

Abrió los ojos y no vio a nadie en su habitación, pero su tranquilidad duro escasos minutos. La puerta sonó y detrás de ella se escucho.

-          Mertián estas despierto?  Somos Muna y Grammar.

-          Adelante. – se incorporo de la cama dejando caer los pies por un lado.

-          Te han dejado la cara fina – entraron bromeando.

No le hacía mucha gracia que le vieran en ese estado. Qué imagen debe de dar el futuro rey debió pensar.

-          Porque no has visto al otro, lo deje hecho caldo. – una media sonrisa salió de su rostro, haciendo que los amigos se soltaran.

-          Ayer vino un hombre muy alto diciendo que venía de tu parte. Me dijo que faltarías unos días al trabajo y no nos dijo que te paso. Viéndolo ahora, entiendo porque no vienes. – en ese momento, Muna no era el jefe, se preocupo por su trabajador y más que nada era un amigo.

-          En menos de un mes y ya te has escaqueado, ahora me tendré que encargar yo del resto del pedido, con lo bien que estaba sin Muna detrás de mi nuca exigiendo el pedido. Ya sabes que me debes una.

Al intentar levantarse, las piernas le flojearon haciendo que cayera al suelo, su compañero Grammar le ayudo a levantarse. – podrías traerme la silla. – le dijo Grammar a su jefe.

-          Recuerda que soy tu superior – seguían con las bromas.

-          Gracias, Grammar. – le dejaron sentado en la silla junto a la ventana – contarme más detalles sobre el hombre que fue a veros.

-          No lo habíamos visto por la ciudad nunca. Un individuo tan alto como un caballo adulto, vestido con ropa marrón y bordeado morado, llevaba una ballesta. Qué clase de amigos tienes, pero desde luego no son como nosotros.

Mertián se quedo pensando mirando por la ventana. -Tienes que hacer que se vayan.-
La voz era de Ría y se encontraba fuera del edificio.

-          Será mejor que descanse, me encuentro aturdido aun, podríais traerme unas hierbas de flertor, me irán bien para las heridas.

Los amigos se miraron y asintieron. Cuando se marchaban los dos murmuraban. – que plantas son? tu las conoces?- se marcharon de la estancia.
Automáticamente de un salto entró de un lado de la ventana Ría. Estaba acalorada, el sudor le caía por su frente, haciendo que su pelo de color amarillo como el sol se tornara más oscuro. –creía que no aguantaría mas – cogió un trapo y se seco el sudor.

-          Tuve que salir rápido de la habitación cuando escuche a tus compañeros en la puerta. No hacían más que discutir quien hablaría. Como te encuentras? – mientras, se quitaba el chaleco y la camisa, dejando al descubierto sus pecho mojados.

La cara de Mertián era un poema, la chica se estaba desnudando delante suyo sin importarle. Con tartamudeo respondió.

-          Si…. Si… (ejem). Mejor, me encuentro mejor. – el pulso se le acelero, no era la primera vez que veía unos senos, pero aquellos le dejaron atónito.

-          Puedo cogerte una camisa? – cuando le miro, se echo a reír. – no me digas que es la primera vez que ves esto? – se señalo. – se puede mirar pero no tocar. – haciendo gestos de negación con la mano y en tono jocoso.

-          Claro… claro… - No le estaba prestando atención. -Coge una camisa de la cómoda.

Fue hasta ella y cogió la primera que vio. – Bueno, esto ya está tapado, ahora puedes tranquilizarte. Ya sabemos que paso, en cuanto a ese tema, lo dejaremos de lado, seria causar más problemas a los que ya tenemos. Te contare lo que está sucediendo mientras vamos al lugar de reunión.

-          Qué reunión?

-          Con la medicación que te aplico ayer Min sol tendrías que ser capaz de andar sin problemas. Ponte esto. – le entrego una pulsera de cuero como la que llevaba ella. – El libro está bien escondido?

-          Sí, pero que reunión, que está pasando y porque no puedo vengarme de lo que me hicieron.

-          Tendrás tu respuesta cuando llegamos allí, no te olvides de coger tu anillo. Vístete, te espero fuera. – Se puso el chaleco y salió por la puerta cerrándola tras de ella.

No entendía nada de lo que sucedía pero se vistió, cogió el anillo y renqueante salió por la puerta donde le esperaba. Caminaron por la ciudad. - Recuerdas lo que te conté la otra noche?- asintió. – Alguien quiere robarle el poder al rey y se están empezando a movilizar. El grupo al que pertenezco se encarga de la protección de ese poder, no del rey sino de los libros y su contenido. Desde hoy que te he entregado la pulsera, tu también perteneces a los Bahat.

Llegaron al extremo de la capital a un edificio incrustado en el muro exterior, la casa estaba completamente pegada a la pared. Dos plantas y sin ventanas en la parte superior. – Dentro seguiremos. Haz lo mismo que haga yo.

Ya en el acceso había dos hombres sentados junto a ella. Ría se acerco, junto las manos y luego se toco la pulsera. El tipo asintió y le entregó una llave. Mertián hizo lo mismo y le asintieron. Al entrar, les recibió una sala muy pequeña sin ventanas,  una silla a cada lado, una puerta frente a sus ojos y el espacio de una ventanilla a un lado de la puerta, con una chica que servía de recepción era lo único que contenía. Ría miro a la joven, le hizo de nuevo el gesto y desapareció de la ventanilla, al instante se abrió la puerta y salió de ella. Bienvenida, dijo amablemente. Los dos entraron y Mertián se asombro.

FINAL TERCER Y CUARTO CAPITULO.

PROXIMAMENTE CAPITULOS 5 y 6 COMPLETOS (espero)

NO OLVIDEIS COMENTAR Y RECOMENDAR LO, ASÍ PODREMOS SEGUIR ESCRIBIENDO.

1º Capitulo.

2º Capitulo.

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Y PARA LOS AMANTES DE LOS JUEGOS. NUEVO BLOC. 


La llave sin dueño por Adrian Vera Aguilera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Basada en una obra en http://lallavesin.blogspot.com.es/.

martes, 9 de octubre de 2012

Próximo estreno!

ACTUALIZADO CAPITULO 1

a fecha 11/10/2012

Segundo capitulo. Click aqui.

Tercer capitulo. Click aqui.

Muy Pronto

Y en exclusiva 


Para todas esas personas que deciden visitar este bonito y entrañable lugar.


Colgaremos los capítulos 3, 4 y 5 para su disfrute.


º Les mantendremos informados º


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Para mas información: http://www.facebook.com/glorin.nosenose


Pulsar en Seguidores y seréis obsequiados con un capitulo firmado  


lunes, 1 de octubre de 2012

1º parte Capitulo 3


Después de leer la nota Mertián pasó el resto del día dándole vueltas a todo lo sucedido. Visito otra vez la torre que se había iluminado, esperando encontrar algo de información, pero no fue así, el lugar donde se situaba la torre estaba desierto, los puestos de venta situados en la calle frente a la torre estaban cerrados. No era normal que entre semana cerraran los comercios, era la primera vez que veía los puestos cerrados. Mertián miró la posición del sol, se estaba poniendo y normalmente permanecían abiertas hasta bien entrada la noche. Por el camino no se había fijado que unas calles más atrás, las tiendas seguían abiertas, las únicas cerradas eran las que se situaban cerca de la torre.

¿Tenía aquello algo que ver con lo ocurrido esa misma mañana?

 Debido a que en aquel lugar Mertián se encontraba solo, decidió marcharse, parecía sospechoso que una persona se encontrara sola en ese lugar después del incidente.

De vuelta hacia la taberna y pensando en lo sucedido, decidió hacer una visita a su amigo Muna, el dueño de la herrería. Al llegar al “Yunque Roto”, así era como se llamaba la herrería, pudo observar a Grammar trabajando fuera de ella, en la forja. La forja se situaba fuera de la tienda, debido a las fuertes temperaturas que emitía el horno de fundición era necesaria una fuente de aire fresco para no asfixiarse. Allí se encontraba Grammar afilando espadas.

-          Buenas tardes Grammar. ¿Se encuentra Muna en la herrería? - Le preguntó dirigiéndose hacia el cercado.

Grammar dejó de afilar las espadas, se levanto hacia la cerca limpiándose las manos en un delantal de cuero que le cubría todo el cuerpo. – tiene que venir de un momento a otro. – respondió con voz cansada y limpiándose el sudor de la frente. – normalmente se encuentra aquí pero ha tenido que salir a cerrar una de sus tiendas de hortalizas. Si quieres puedes esperarlo aquí, no le molestará.

-          Gracias. – le contestó y se dirigió hacia la puerta.

Mertián entro a la herrería y salió a la forja por una puerta lateral. La forja estaba completamente cercada por una valla tan alta como un asno, lo suficiente para no poder saltarla sin trepar.

-          ¿Crees que puedo echarte una mano mientras le espero? pareces algo cansado y te vendría bien algo de descanso. – se interesó por su estado.

-          La profesión de herrero es una de las más antiguas que se emplean en la capital. En esta ciudad se encuentran los mejores forjadores de armaduras y armas de toda la región. Además no es un juego para niños. – se reía Grammar. - ¿Tú tienes conocimientos de herrería?  Nada mas preguntarle, le miró a los ojos y en él se reflejaba la seguridad de su respuesta.

-          ¿Quién te crees que ha hecho esta espada? - Junto a sus palabras Mertián sacó la espada de entre sus ropajes.

 Las espadas estaban prohibidas en la ciudad, no como en el interior de la muralla central. Solo podías llevar espadas si eras soldado o habitante de los distritos interiores. Si te pillaban con algún tipo de arma eras automáticamente expulsado de la capital.

El herrero quedó sorprendido al ver la espada, en ninguno de los días que habían pasado en “La Manta Gris” había visto que Mertián contara con una espada en sus pocas pertenencias. – Déjame verla – le dijo.

Grammar sostuvo la espada entre sus manos, observándola detenidamente. – Hecha a mano, bien afilada aunque tiene algunas muescas, parece haberse usado recientemente.- tras una pausa - No ha sido reparada aun.  – le extrañó. Los ojos de Grammar estaban clavados en la espada, contemplando cada parte de ella. 
Y seguía con su descripción. – mango hecho de cuero de buey, la parte de la hoja más cercana al mango, algo estrecha en comparación con su parte de corte. Es una buena espada – le dijo resumiendo – ¿Y dices que te la has hecho tu?

-          Me la regalaron en el lugar del que procedo. – Mertián sabía que acababa de mentir pero tenía mucho interés en aprender el arte de la herrería y por eso estaba allí.

-          ¿Serias capaz de enseñarme a trabajar el metal? Siempre me ha gustado escuchar el sonido del martillo contra el hierro ardiendo. – la verdad es que no le gustaba, solo quería aprender a forjar sus propias armaduras y armas, por si algún día se veía en una situación difícil.

-          Será mejor que no te acerques mucho a una forja, es peligroso si no te enseña un experto. Ya puedes guardar tu espada,  mira por ahí viene Muna.

El dueño de la herrería se acercó hasta el lugar donde se encontraban.

-          ¿Qué haces tú por aquí? – se dirigió a Mertián con voz sorprendía.

-          ¿Puedes ofrecerme un puesto de trabajo? Mi saco de monedas se está quedando en una cantidad preocupante y viendo que a ti te va muy bien la cosa, quizás podríamos ser socios en algo.

Se puso a reír. - ¿Que me puedes ofrecer tu a cambio? Primero tendrías que tener un negocio y a un viajero recién llegado como tú no se les permite abrir ni puestos de venta pequeños. ¿Cómo vas a ser capaz de tener tu propio negocio tan pronto?

-          Bueno en ese caso… me veo capacitado para trabajar para ti, ¿tienes algún puesto donde pueda echar una mano?

-          ¿A que te dedicabas en el lugar del que precedes? – preguntaba con curiosidad.

-          Era dueño de unas pequeñas tierras, me dedicaba a cultivar mis propias hortalizas, también poseía algunos cerdos y otros animales. Alguna vez echaba una mano en la única herrería que tenía el pueblo, pero como profesión se me podría asimilar a ganadero. – Mertián sabía que estaba mintiendo, no quería contar la verdad de su historia, aun no creía tener la confianza necesaria para contarles lo sucedido en su pueblo de nacimiento.

Muna se quedó pensando durante unos instantes. –Grammar. ¿Qué te parecería tener un aprendiz aquí en la forja? – el herrero se quedó sorprendido.

-          Me vendría bien un ayudante, hace unos días nos encargaron hacer una cantidad exagerada de espadas para los soldados de la ciudad y tenemos algunas para arreglar. Podría enseñarle a afilar las y a reparar las espadas.

-          Pues está hecho – cerraron el acuerdo con un apretón de manos. – comienzas mañana a primera hora, Grammar te esperara aquí para empezar con tu nueva profesión. Herrero viajero.

Mertián se despidió de su nuevo jefe y su compañero para dirigirse a la puerta de entrada a la ciudad, con la intención de encontrarse con Loriat y Marti al que hacia algunos días que no veía. Al llegar a la puerta comprobó que solo se encontraba Marti. Se saludaron y se pusieron a hablar.

En otro lugar de la ciudad se encontraba Loriat, el soldado ataviado con una armadura y espada, se dirigía a la puerta de la ciudad con paso rápido pero no demasiado debido al peso de la coraza. En su rostro se reflejaba preocupación, sudores abundantes goteaban por su bigote, la gente se giraba al verlo pasar. ¿A dónde se dirigirá? Pensaría la gente que se encontraba en las calles.  

-          Perdone ¿ha visto usted a un hombre fornido de mi estatura, (para ser un soldado Loriat no era excesivamente alto, como los guardias de las torres) cubierto con ropas viejas y unos ojos como el hielo? – le preguntó a una señora que caminaba por las calles.

-          No sé nada. ¡déjeme en paz! – le contesto la señora con desprecio.

Ante la negativa, Loriat siguió con su camino hacia la puerta. Cuando llegó a la calle que daba a la puerta principal, divisó a lo lejos en la puerta a Mertián. Sin pausa se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban.
-          Mertián – dijo el soldado intentaba recuperar el aliento. – necesito hablar contigo. Acompáñame. – los dos se dirigieron a una caseta situada junto a la puerta principal. Un lugar utilizado por los soldados como almacén.

-          Ahora vuelvo. – se giro a decirle a Marti mientras se dirigían a la caseta. 

El soldado y el viajero entraron en la caseta, Loriat aun recuperaba el aliento con fuertes bocanadas de aire.
-          ¿Estás bien? Debe de pesar mucho la armadura. – le pregunto Mertián.

El rostro de Loriat cambió. Su semblante era serio. – Mertián, durante estas semanas que llevas en la ciudad, hemos hablado mucho, pero siendo honestos, desde tu llegada, la ciudad ha sufrido incidentes que no solían ocurrir anteriormente.

-          ¿Qué tipo de incidentes?

-          Verás Mertián, no estoy autorizado a contarte lo que sucede en el interior de la ciudad. Lo que me preocupa es que en el tiempo que hemos pasado en la taberna, ningún día has contado nada sobre tu pasado, eso ligado a que aparentemente te envuelve algo sospechoso y que siempre andas por la ciudad visitando lugares con tu espada escondida debajo de tu ropa.

-          ¿Cómo sabes eso? – se sorprendió Mertián.

Loriat miraba preocupado los ojos de Mertián que a su vez, tocaba con una mano la empuñadura de la espada que tenia escondida bajo su ropa. - Sabes que es ilegal caminar por la ciudad con armas.

-          ¿No irás a detenerme? – el semblante de Mertián cambio.

-          Tranquilo, tranquilo – respondió al ver como sus ojos se enfurecían. – si me cuentas que planes tienes para hacerte rey de la ciudad y tu historia fuera de la capital, estoy dispuesto a hacerme el ciego con lo que escondes.

-          ¿No tengo otra opción? – le preguntó mientras se erguía y quitaba la mano de la espada.

-          Me parece que lo único que podrías hacer seria coger tus cosas y marcharte de la ciudad. Me caes bien Mertián y por eso he venido a buscarte. En el interior de la ciudad han sucedido cosas que hará que refuercen la seguridad y sean más estrictos. Solo quería avisarte como amigo y de paso conocer tu historia que tanto me intriga. – en su rostro se reflejaba curiosidad.

Mertián se lo pensó por un instante. Daba vueltas por la sala en la que se encontraban. Tras varios minutos de espera Loriat obtuvo su respuesta.

-          De acuerdo. Te contaré que sucedió antes de llegar a la ciudad. En cuanto a los planes, no tengo ninguno. Simplemente prosperar y algún día quien sabe, mi objetivo es el mismo que puede tener un niño que viva en la parte exterior de la ciudadela. Mañana pásate por “La Manta Gris” a la hora de cenar y te lo contaré. Pero tú deberás contarme lo que dejaste a medias a la hora de la comida.

Los dos salieron de la caseta para dirigirse donde se encontraba Marti. Mientras se dirigían hacia el compañero de vigilancias, Loriat le dijo que no contara nada.

-          ¿Os lo habéis pasado bien los dos solos? – se mofaba Marti de lo ocurrido. – vuestros secretos pueden ser compartidos, soy una tumba. – Loriat le había comentado alguna vez a Mertián que Marti y él eran amigos desde la infancia y entraron a formar parte del ejercito al mismo tiempo.

Podían confiar en él, pero Loriat quería mantener en secreto aquello hasta que Mertián fuera de confianza y no fuera un peligro. Los tres estuvieron hablando largo y tendido. Dos compañeros de los soldados llegaron para la sustitución y los tres se encaminaron hacia “La Manta Gris”.

Al llegar a la fuente, Loriat se despidió y se dirigió a su hogar, en cambio Marti, acompañó a Mertián ya que su casa se encontraba en la misma dirección que la taberna, durante el camino, Mertián le preguntó cómo era su compañero como persona.

-          Loriat es un buen hombre, se crió solo en la parte más pobre de la ciudad, mi familia tenía un hogar en el que cuidaban a los niños huérfanos. Allí le conocí, enseguida nos hicimos amigos, teníamos una personalidad muy parecida. Yo prefiero tomarme la vida con más calma, él en cambio prefiere vivir cada instante, siempre está ayudando a las personas, por eso se hizo soldado. Siempre ha querido viajar fuera de la ciudad y conocer todo aquello que cuentan las historias del exterior. Hace unos años conoció a alguien como tú, un viajero que al poco tiempo de llegar se hizo un nombre en la parte más pobre de Pórtuan. Construyó un hogar para huérfanos y recogía a los niños abandonados. Muy pronto se hicieron amigos. Solo estuvo en la ciudad un año y decidió marcharse. Le dejo la casa a su cargo y una bolsa llena de monedas para que jamás pasaran hambre. Desde entonces Loriat les cuenta las historias que le había contado aquel hombre y las que escuchaba en la taberna. De tantas que escuchaba al final decidió que algún día tendría que salir a vivir esas aventuras que escuchaba de los viajeros como tú.

-          Gracias por contarme como es. Se le ve una persona de fiar.

 Mertián llego a su destino así que se despidió de Marti y se adentró en la taberna. En la entrada estaba el tabernero que le invitó a pasar. – la cena se servirá enseguida.

Dentro del bar había poca gente, cuatro personas juntas en una mesa y varios repartidos por la barra, se sentó en una mesa a esperar que le sirvieran la cena. Morgana se acerco con una bandeja. En ella lleva patata guisada y un plato de cordero. El no podía evitar mirar las manos fornidas de la camarera.

-          Aquí tiene la cena señor. que le aproveche. – la voz de Morgana era fina,  al cerrar los ojos con ese sonido podías imaginarla como una muñeca, frágil, pero al verla era totalmente lo contrario. 

-          Muchas gracias Morgana. Otro día espero que me acompañes. – le giñó un ojo y ella no pudo evitar sonrojarse al irse.

El viajero disfrutó de la cena y se marchó a su habitación a descansar.


FINAL 1 PARTE. TERCER CAPITULO.

PRÓXIMAMENTE CAPITULO 3, 4 Y 5 COMPLETOS.

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